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miércoles, 31 de octubre de 2012

Cómo no atender a un cliente a través de Twitter. El caso @Consum

Yo, al igual que la mayoría de los usuarios de redes sociales, empleo estas redes para expresar opiniones. Para mostrar a "todos" lo que me gusta y lo que no. Lo que me resulta interesante y lo que no.

Pues bien, ayer publiqué un tweet, acompañado por una foto, en el que mostraba los tres envases de leche que compré antes de ayer en @Consum y que estaban caducados 3 meses.

Indudablemente, la culpa es mía por no fijarme en la fecha de caducidad. Tengo la buena costumbre de mirar con lupa la fecha de caducidad de los yogures, pero (hasta ahora) no miraba la fecha de caducidad de la leche.

No imaginé que un producto de tantísima rotación podía estar en el lineal de un supermercado cuando había caducado hacía tres meses. El 21 de Julio de 2012 sin ir más lejos.



El tweet tuvo una pronta respuesta por parte de @Consum. Pidieron disculpas y yo quedé contento. Pero ahora no estoy nada contento por la siguiente razón:

Tras las disculpas, me pidieron que les indicara la tienda en la había realizado la compra. Se lo indiqué. Continuaron pidiéndome que les siguiese en Twitter para que pudiesen enviar un mensaje directo. Lo hice. En el DM me pedían el teléfono para hablar conmigo. Lo hice...

A todo esto, yo lo veía excesivo. En ningún caso yo quería que llegase la cosa más lejos o que me devolviesen el dinero de 3 cartones de leche que compré en un municipio que está a 40 kilómetros de donde vivo. No me interesaba la devolución del dinero. Sólo quise dejar constancia para que otros sean más precavidos y se fijen en la fecha de caducidad. Ese era mi único cometido.

Pues bien, ya tenían mi teléfono. Me llaman y me comentan que han hablado con el supermercado @Consum en cuestión y que no había leche caducada. Me ha dado la sensación de que o me estaba llamando mentiroso o que pensaba que yo estoy tonto. 

¿Qué esperaba que le dijeran en el punto de venta? "Sí, señorita...somos unos desastres y hemos metido unos cuantos cartones de leche que estaban caducados desde julio" En fin...Yo compré la leche, dejé el ticket en la propia caja y me fui. Al llegar a casa vi las fechas de caducidad y lo compartí en Twitter. No buscaba nada más, pero me ha ofendido el trato de @Consum. En "público" todo muy bien: "disculpas y más disculpas", pero luego, por teléfono, la sensación ha sido de que, encima, el malo de la película era yo porque le habían dicho en el supermercado que habían revisado todo y no tenían ningún cartón de leche caducado...De chiste.

Señores de @Consum:

1) Nunca quise la devolución del dinero o que me cambiasen la leche
2) A partir de ahora iré a Consum, pero NO a comprar, sólo a pasarme por el pasillo donde está la leche y tomar fotografías de aquellos envases que vea caducados y después ya veré qué hago con eso...

Saludos,

martes, 16 de octubre de 2012

Emprendedor nato.

Rompiendo todas las reglas de oro sobre cómo escribir un post, me atrevo a iniciar éste diciendo que no debes esperar algo muy profundo. Se trata más bien de una reflexión, con un toque de humor, que me vino el otro día a la cabeza mientras volvía del trabajo.

He trabajado en multinacionales, en empresas medianas/grandes, en startups y para mí mismo. De todas estas experiencias, me quedo, sin dudarlo ni un segundo, con la startup. Luchar desde cero por una idea, hacer DE TODO dentro del departamento de marketing, desde tomar decisiones estratégicas, hasta redactar un tweet; presentar el proyecto en eventos nacionales e internacionales; presentar la idea, en 5 minutos, ante cientos de inversores potenciales...Eso y más es una startup y lo echo de menos "big time".

Por esa razón, y pese a estar hoy por hoy, trabajando como responsable de marketing para otra empresa, estoy dedicando el poco tiempo libre que me queda a construir mi propia startup. Las dos experiencias previas en startups las realicé en calidad de empleado. Aprendí mucho. Muchísimo, diría yo. Considero que ese bagaje me vendrá bien para dirigir mi propia startup; para no cometer los errores que otros cometieron y para tratar de lograr los aciertos y éxitos que otros obtuvieron.

Por todo lo mencionado anteriormente, se supone que soy un emprendedor. No sé si tengo el espíritu emprendedor suficiente. Yo me veo a mí mismo como "un tío con una idea y con conocimientos suficientes como para llevarla a cabo y que funcione". Lo que sí sé es que esa palabra, la de emprendedor, fue la que dio origen a esta pequeña broma que se me ocurrió en el coche para tratar de identificar cuán emprendedor es alguien. Hablando de emprendedores, esta anécdota me recuerda a la sección "historias (casi) reales" de la revista Emprendedores.

Se encuentran dos amigos, hombre y mujer, tras mucho tiempo sin verse. Ambos están en los treinta y pocos. Ella, al ver la poblada y blanca barba de su amigo le pregunta:

- ¿Cuándo piensas afeitarte?
- En cuanto consiga un inversor para mi startup o cuando la mujer que yo considero más guapa del mundo quiera tener una relación íntima conmigo.
- ¿Y quién es la mujer más guapa del mundo para ti?
- Tú.
- ¿Yo? Pues ves preparando la espuma de afeitar y la cuchilla...
- ¿En serio? ¿Vas a invertir en mi startup?

Esta era la pequeña reflexión mostrada en forma de gag. Un inversor: la obsesión número uno de cualquier emprendedor que se precie. Este amigo de la historia casi real es un emprendedor nato. Yo, casi con toda certeza, no habría interpretado que quería invertir en mi startup esta amiga.

¿Qué clase de emprendedor eres tú?